Tres cintas llamaron especialmente la atención de este Universo Inquieto durante la X edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla: ‘El Gran Cuaderno’,
‘10000 noches en ninguna parte’ y ‘La gran belleza’.
Muchas
películas han recurrido al tema de ‘la guerra como generadora de monstruos’; cabe
citar en el panorama nacional, por ejemplo, la premiada ‘Pa Negre’ (Agustí Villaronga, 2010). En el caso de la húngara ‘El Gran Cuaderno’ (János Szász, 2013),
el concepto de la ‘resistencia’ asalta la vida de Egyik y Masik, dos gemelos
abandonados al cuidado de su desconocida abuela y a la realidad de un mundo de
adultos que les hará pasar por alto su infancia para madurar hacia un entorno
de destrucción. Inseparables, se enfrentan a la muerte y a la supervivencia, al
sacrificio y al antisemitismo, generando en su interior un carácter que se
debate entre la ira y un espíritu justiciero que pondrá a prueba su propia lucha
por mantener intacta una relación fraternal inquebrantable. Un metraje en el
que destacan las interpretaciones de sus jóvenes protagonistas, el imaginario
creado para plasmar en un cuaderno la feroz evolución de su moral y una banda
sonora mantenida a golpe de un tambor como símbolo del trágico destino al que conduce
la violencia de la guerra.
Muy íntimo fue el esperado
regreso de Ramón Salazar. ‘10000 noches
en ninguna parte’ (2013) invitó a soñar con los anhelos y las inquietudes,
a recuperar los miedos y asumir el dolor, a reconocer el pasado y afrontar el
futuro, a dialogar con el presente para darnos cuenta de que “los lugares por los que no hemos pasado aún
nos están esperando”. El director malagueño propone un salto espacio
temporal con sedes en Madrid, París y Berlín. Cada ciudad compone un universo habitado
por sus personajes, corales interpretaciones (sobresalen las de Susi Sánchez
y Najwa Nimri) para construir un mapa trazado por un perfecto y entrañable Andrés
Gertrúdix. Las fronteras separan la realidad y lo
imaginario, la infancia y la madurez, el dolor y el placer; y, sin embargo,
estos términos contradictorios conviven con naturalidad en precisos planos fotográficos
y musicales dibujados bajo la profunda y honesta mirada de su actor principal.
Ya lo dijo el creador de ‘Piedras’ (Ramón
Salazar, 2002) en la presentación de su nueva obra, “no hay que buscar un sentido desde el principio”. Y lo cierto es
que ‘10000 noches en ninguna parte’
resulta un inteligente y humano ejercicio cinematográfico que persiste en la
mente del espectador para asumir poco a poco su propia vida y descubrir la esencia
de una película con alma.
Cintas que mantienen su identidad
en el tiempo para deslumbrar en cada revisión. Como lo hará también ‘La gran belleza’ (Paolo Sorrentino, 2013),
un trabajo que seduce precisamente porque en el brillo y la majestuosidad de
sus imágenes convive la riqueza de esas pequeñas cosas que dan valor a la vida,
haciéndolas eternas. La opulencia de una clase social privilegiada se derrumba
ante la sensibilidad de auténticas historias de emoción oculta, un mazazo a la
superficialidad y a la decadente nobleza romana…, un toque también a la
Iglesia. Todo un desfile de clichés, figurantes huecos y banales, situaciones
cómicas que llegan incluso a ridiculizar a sus protagonistas…,y, de repente, embriaga
un placer visual extraordinario, un goce sonoro delicioso, héroes anónimos que
se cruzan en el escenario del personaje creado por el director y guionista
italiano (excepcional interpretación de Toni Servillo) para devolverle ese
humilde tesoro ajeno a una vida abocada a la decepción y el vacío.
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