El 2013 nos ha brindado la oportunidad de asistir a “la clase más sublime de pintura que se ha hecho nunca”. Pero no sólo de pintura, sino también de filosofía, ciencia, escritura, escultura…, y de la mano de un gran maestro, Salvador Dalí. Más de 730.000 personas han visitado ‘Dalí. Todas las sugestiones políticas y todas las posibilidades técnicas’, una muestra organizada por el Museo Reina Sofía y el Centre Pompidou de París en colaboración con el Salvador Dali Museum de Saint Petersburg (Florida) y la Fundació Gala-Salvador Dalí (Figueres). El Centro de Arte Nacional ha reunido más de 200 obras del pensador, piezas que han permitido exaltar y revalorizar con éxito y admiración la figura del máximo representante del Surrealismo a través de sus múltiples y variopintas etapas artísticas.
Contemplar el universo de Dalí
supone un auténtico ejercicio de liberación creativa, la apertura a un maravilloso
mundo de delirio, la exposición a un sinfín de interesantes y complejo recursos
plásticos. Todo es susceptible de ser interpretado por método paranoico-crítico de una de las figuras
más relevantes del siglo XX: el ser humano, la sexualidad, el tiempo, la
religión…, se atreve incluso con el rostro de la muerte, influenciado por sus
vivencias en la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.
Su construcción posee una riqueza
simbólica representada en formas de obeliscos fálicos, relojes, elefantes, huevos…
Pero también se entrega a la ciencia, a la obsesión por el progreso y,
especialmente, por ‘lo nuclear’. La genética, la vida, el ácido
desoxirribonucleico…, son términos constantes en el cosmos pictórico y
audiovisual de Salvador Dalí.
Pintor, escultor, escritor,
ilustrador…, coqueteó también con el cine, dejándonos para la eternidad su
colaboración en imprescindibles películas como ‘Un perro andaluz’ (Luis Buñuel, 1929), donde pone de manifiesto su
pensamiento onírico y su influencia en el desarrollo del Surrealismo, alma de
su legado artístico. A Dalí le debemos una técnica basada en la interpretación
paranoica, una visión obnubilada por la transformación de la realidad, por la
destrucción y la deformación…, una alucinación gobernada por un gusto hacia la
belleza de lo excesivo que perfilaba un carácter narcisista que, más allá del
rechazo de los críticos, lo encumbró como agitador y provocador de masas.
Ya lo decía el propio artista: “la única diferencia entre un loco y yo, es
que yo no estoy loco”. Enfrentarse a la obra de Salvador Dalí supone toda una
experiencia sensorial inducida por una fascinación creativa sin límites. No es
menos cuerdo el que exhibe que el que observa. Existe una realidad, irreal si
queremos, por encima de la percepción directa de la vida, la razón y la moral. Un
delirio que, a través de la reflexión, el conocimiento y el libre
entendimiento, permite emprender el camino hacia la increíble naturaleza del
pensador español, una inteligente, desenfrenada y seductora ventana a la
imaginación…
'Muchacha en la ventana', Salvador Dalí (1925). |
_CRÉDITOS
Imágenes: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.